Faltaba una semana para las Fiestas del Pilar de 2010, trabajaba como jefe de cocina con un sueldo lo suficientemente bien remunerado, con un horario lo suficientemente cómodo de nueve a tres y entre mis funciones como jefe de cocina era la de hacer las compras, y entre los proveedores que atendía estaba Tomás Castillo, natural del Gancho, hostelero en la Posada de las Almas durante muchos años y el amigo más pesado que tengo.
Él me convenció para que viese una taberna cerrada en una calle pequeña, sucia y destartalada entre las calles San Pablo y San Blas. La vi y eran las seis de tarde del 4 de octubre y lo que más me llamó la atención fue el canto de los canarios, de muchos canarios.
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Lucio en la II Semana Gastronómica Intercultural "Carrera del Gancho" |