Como casi cada día desde hace un año, recorro las calles que separan mi casa de mi lugar de trabajo, el Centro de Salud San Pablo. Son 20 minutos lindos, que me evocan mil sensaciones, entre ellas la certeza de haber encontrado mi lugar en el mundo.
Desde hace un año, he conseguido que mi vida profesional se alinee con el resto de mi vida en este barrio, y aunque podría parecer que sólo hace un año que trabajo por la salud de las personitas que pueblan estas calles, yo sé que no, que mi trabajo por la salud de este barrio se inició el día que decidí que mi vida y mis luchas cercanas habitaran este espacio…, y de eso hace ya muchos años.
Porque como bien se sabe, aunque no sé si se sabe bien, la salud de las personas y las poblaciones depende sobre todo de las circunstancias en las que se desarrollan sus vidas, y estas no siempre son las mejores, o mejor dicho, en la mayoría de las personas con quienes compartimos este mundo estas circunstancias podrían calificarse como penosas, terribles, injustas, …. ¿añades más?.
Los y las que trabajamos dentro de los muros de nuestros centros de salud sabemos que nuestro trabajo es una pequeña parte de lo que la salud de las personas necesita, pero a mí y a mis compañeros de trabajo, trabajar aquí, nos ha ayudado a completar el cuadro y a vivir mucho más de cerca las dificultades que viven muchas de las personas que comparten nuestras calles.